martes, septiembre 27, 2005

EL ESPECTACULAR BOTE INFLABLE AMARILLO CON RALLAS NEGRAS


Esa noche camine lento y extensamente, tratando de recordar lo que esa noche había pasado, no podía borrar de mi mente el rostro de alegría que puso mi hermano al verme llegar a su fiesta, casi no respiraba cuando lo abrace, no se si por la emoción de verme o por que con los nervios no me daba cuenta que lo estaba sofocando.
Recordamos viejos tiempos, algunos vergonzosos, otros imposibles de reproducir, la mayoría de ellos pertenecían al segundo pelaje, pero lo que mas causaba risa y hasta un poco de burla eran los cuentos de cuando éramos pequeños y nos íbamos a la playa, junto con mis primos y tíos, esas vacaciones eran increíbles, la mayoría de las veces acampábamos en carpas como una reservación indígena, claro si que con tiendas un poco mas modernas y sofisticadas, bueno algunas, pero que igual servían para poder pasar la noche bajo un techo si es que a un trozo de lona se le puede llamar así, recuerdo siempre se ponía una carpa gigante al estilo circo de los tachuelas en el medio la que servia de punto de encuentro de todos los integrantes de la tribu, era como el centro de eventos en donde se realizaban diversas actividades y reuniones que eran de suma importancia en las que se trataban temas como el que se iba a cocinar al día siguiente a la hora de almuerzo, quienes iban a comprar el pan amasado temprano antes que se agote el stock o se repasaba las actividades que se realizaron el día anterior como las caras que ponían mis primas en la montaña rusa, el porrazo que se dio mi tía en las rocas o el asfixiamiento de mi primo con un cuesco de durazno, sin dura algo trágico y preocupante en su momento pero al otro día ya eran parte de los cuentos de las vacaciones y materia narrativo para próximas reuniones .
Noche tras noche, partíamos a los juegos, esos típicos que hay en los balnearios, con la rueda de Chicago, las tacitas voladoras, los toboganes gigantes eso que uno si tiene que lanzar con un saco que te dura el primer grito de caída, por que se te va a las pailas o bien se queda enganchado en la partida, luego de lanzarte ya no hay punto de retornos solo tienes que aperrar y seguir aguantando la tremenda quemadura que te provoca el terrible tobogán en el trasero, al llegar a bajo tenias que poner tu mejor cara de diversión como demostrando que esa fue una de las mejores experiencias adrenalínicas de tu vida, aguantando el ardor que tenias en donde la espalda cambia de nombre, pero te doy un consejo, tu siempre digno, por que así puedes incitar a tus primos que esperan subir se tiren sin saco diciéndoles que adquieres una mayor velocidad o cualquier pelotudes que se te ocurra en esos momentos, total los primos menores casi siempre te creen todo. También en esos juegos habían el típico concurso de la lota en donde se sortean todo tipo de tragos, planchas, manteles con servilletas que le hacen juego, termos de mala calidad que después del primer uso se les suelta la tapa y al servir al agua caliente chorrean por todos lados, en fin, premios desechables, bueno casi todos, recuerdo que una vez había de premio en la lota un espectacular bote inflable amarillo con rallas negras que era el premio mayor para le cartón lleno, bueno era eso o tres botellas de pisco que eran equivalentes en el precio. yo cuando escuche al hombre que cantaba los números decir el espectacular premio que se iba a sortear no dude y fui a pedirles a mi papá los doscientos pesos que costaba el cartón, mi papá como siempre se hizo un poco de rogar mientras los cartones se vendían como pan caliente uno tras otros, hasta que quedaron solo dos y yo con el corazón en la mano y los ojos llenos de lágrimas a punto de escapar se decidió a pasarme esos venditos doscientos pesos, corrí entre la gente para poder comprar el cartón y poder ganar el espectacular bote inflable amarillo con rallas negras que a demás traía un Bombin ultimo modelo para no quedar mareado la tratar de inflar tremendo armatoste. seguí corriendo y alcance a comprar el último cartón, sabes lo ilusionado que me sentía al tener ese cartón en mi mano, de inmediato supe que era el ganador a penas lo vi por que traía el nueve que es mi numero de la suerte, me senté al lado de una viejita de unos ochenta años, era una viejecita chiquita de cabello blanco y desgreñado que tenia a su lado varias botellas de ron, pisco, y varios tragos, premios que se había ganado anteriormente, yo nervioso y con un nudo en la garganta esperando el sorteo ordeno mis maíces y uno que otro poroto tratando de disimular las ganas de tener el espectacular bote inflable amarillo con rallas negras.
“se va la lota” grita el hombre que canta los números, solo con eso casi me dio un ataque al corazón, y el cantor comienza a decir los números que saca de un tarro de leche en polvo, “par de patos”, la abuela de al lado me decía, el veintidós y yo los marcaba, “el pirulo” el uno me decía la abuela, así venia como mi cartón se llenaba de maíces, cada vez me quedaban menos números los que desaparecían bajo los maíces, mis ojos brillaban llenos de ambición esperando con impaciencia escuchar mis números hasta que se escuché “lota” y un aaahhh a continuación, a ver a revisar el cartón y una señorita se acerca al ganador y comenzó a cantar los números uno tras otro. “se paga la lota” el ganador del premio era un gordo que al sonreír nervioso al ver que todos los miraban y maldecían para callado mostraba la insuficiencia dental que tenia, solo dejaba al descubierto un premolar y los colmillos que le daban un aspecto vampiresco.
Pero a mi no me importó por que yo quería ganar el premio mayor el espectacular bote inflable amarillo con rallas negras, el hombre del tarro siguió cantando los números ,“dorila“, el dos me decía la abuela, “caga torcido“, anote el catorce me decía la señora, cada vez me quedaban menos números, mi papá y mi mamá estaban viendo como mi hermano sacada un pescado de plástico que estaban dentro de una piscina al que le llamaban la pesca milagrosa, yo no veía nada de milagroso en eso ya que no importara el número que tuviera el pescado que sacaras igual te daban o una pelota de goma a los niños o unos pinches con mariposas a las niñas, yo era más ambicioso, necesitaba un premio mayor, quería jugar en grande y ser la envidia de todos los niños de la playa luciendo mi espectacular bote. de repente siento un pequeño empujón en mi hombro, era la abuela que me decía, mijo, mijo anote se le paso el sesenta y dos, yo por alucinar con el premio casi pierdo todo, así que comencé a concentrarme, el corazón ya se me salía por la boca, solo me quedaban dos números, miraba para los lados y venia a la gente de mi alrededor les quedaban muchos más, menos a la abuela que solo le quedaba uno, yo de los nervios comencé a transpirar frió y la boca se me secaba mientras que la abuela parecía estar muy tranquila, su rostro no mostraba ni un gesto de alboroto solo movía su lengua jugando con uno que otro diente que le quedaba. “treinta y siete” y mis palpitaciones aumentados de cien a doscientos, solo me quedaba un número para ser el ganador del flamante premio, no podía perder, el número que me faltaba era mi numero de la suerte. “setenta y uno”, “ochenta y nueve”, “ocho”, “diez”, yo no daba mas de los nervios, pensaba en lo estupendo que me iba a ver en el bote metiéndome al pacífico cuando escucho “cartón lleno”...la abuela de mi lado canto el catón lleno, no lo podía creer, se acerco una señorita y se llevo el cartón de la abuela para revisarlo, yo no lo podía aceptar que el espectacular bote inflable amarillo con rallas negras se me había escapado de las manos, solo me quedaba que la abuela hubiese anotado mal algún número, cuando escucho al hombre del tarro “se paga la lota, que va a querer abuelita” Yo no soy tu abuela le respondió enojada la señora, sin dudarlo mucho pidió las botellas de pisco, se las pasaron, las metió en su bolsa y se fue con una tremenda sonajera debido a las botellas, yo hasta entonces no lo podía aceptar, la señorita me quito el cartón y los maíces y me dijo “pa´ la otra será pues chiquillo”.