
Siempre recuerdo ese día tan especial, un dieciocho de septiembre como a las diez de la noche acudí a mi cita anual de la celebración de la independencia de mi querido terruño, no solo me inspiraba el patriotismo que en esta fecha a todos se nos escapa por los poros gritando viva Chile por todo, y zapateando cuecas sin paras en todas las fondas y ramadas que se me cruzaran en mi camino, mas que nada era la excusa perfecta para poder pasarlo bien sin ser reprochado por nadie ya que este fecha es el día en que me desbando tomado copete como venga, chicha, vinacho, combinacho, bailando cuecas como el chute Alberto y el guatón Loyola, el infaltable galeón español de la sonora de Tommy Rey, la arañita y la parabólica, con el entusiasmo hasta unos corridos me mande con gran destreza. En busca de que alguien me acogida ese noche salí de mi casa más doblado que un churro y aniñao mas que nunca emprendí mis pasos hacia la fonda del club deportivo y social al cual yo pertenezco ya que a esa fiesta tenia acceso gratis. Al llegar el recibimiento fue excepcional, no esperaba menos ya que en el partido del día anterior yo había sido la figura mandándome dos tremendos goles al mas puro estilo de Maradona.
Pagadito con un buen aguinaldo unos amigos que esperaban para compartir mi dicha, además solterito así que iba con ganas de compartir mi alegría y mi amor patriotero.
Lo primero que hice fue empinarme un jarro y medio de chicha con varias rodajas de naranja casi al seco para entrar de una en onda, mis amigos que ya llevaban un buen rato en ese lugar ya estaban tocados por la varita mágica del alcohol.
En busca de placeres la oí reír a carcajadas no muy disimuladas, mas bien escandalosas yo también risueño y con el alcotex ya sobrepasado en barios puntos la invite a bailar, ella sin chistar y sin oponerse en gran medida me tomo de la mano y salimos juntos a pista de baile, al principio todo se me daba vueltas pero en el baile lo disimule bastante bien, bueno ese creo, pero algo bueno que tuvo ese baile es que pude inventar varios pasos nuevos que antes no los podía hacer, esto me hizo llamar aun mas la atención de la dama y la cautive con mis pasos extraordinarios de baile en la cumbia del pobre caminante, además que con esos tragos de más que traía puestos nunca falta la picardía del chileno ya que sin querer queriendo me puse un poco aguja con ella, así que me dijo, “pá donde vay poh cabrito”. se saco la nado de donde nuca brilla el sol y no muy enojada se fue diciéndome al oído, “ espérame que voy al fondo a al derecha, después seguimos con el merequetengue, a mi que me rigieron tantas curvas y yo sin frenos así que mientras ella andaba en sus menesteres yo saque a bailar a una y a otro, en esos momentos era el amo y señor de la fonda, nadie me hacia el peso en las cuecas, guarachas, corridos, salsas y cumbias que salían claras y potentes desde los altavoces del local.
Se me fue la noche en bailoteos y uno que otro becito con la señorita que me sacaba a bailar cada vez mas seguido. Un grupo de los viejos choros de la asociación deportiva me invitaron a su mesa “cabeza de perro” me gritaron que es el apode que me decían por el peinado que traía que me tapaba las orejas igual que un de esos perros pitucos que me dijeron a mi, más que veloz llega a su lado, en donde me tenían un puesto apartado en honor al goleador del club, me instale y metale chupando tinto y del otro recordando mis grandes hazañas futbolísticas, mis goles jugando con el Juanero, mis aciertos extraordinarios que le hacia al mejor arquero de la población que jugaba en nuestro archí enemigo los Águilas, también les conté algunas de mis historias amorosas que aunque no son muchas, son entretenidas y tormentosas. Al son de las cuecas de los Parra me encache a bailar otra de las choras con la chiquilla que fuma harto, sonrisa amplia y que les gusta el leseo, en un dos por tres me vi detrás del baño tirando las manos mas rápido y diestro que Martín Vargas, ella no se quedaba atrás y me hacia collera en los manotazos haciéndola cortita, y sin mas que hablar ni tocar nos fuimos de la mano con la señorita al centro de la pista para seguir con la danza.
Mis amigos alegres y con una cara de cumpleaños que ya te las encargo me rigieron que la niña fumadora con la que baile era la señora de don Enrique Soto, el presidente del club deportivo al cual yo pertenecía, justamente el mismo que me invito muy fraternalmente a su mesa, a compartir sus vinos, pero como estaba con estaba profundamente dormido después de tomarse casi tres chuicas del tinto no se entero de nada, yo ni tonto de quedarme ahí después de tremendo desliz que me había mandado así me fui mas que expedito a la casa de mis ex compañeros de colegio, esos cobros que nunca lo dejan solo a uno, los amigos de verdad. Allá llegué con una cara de juguete que ni te cuento, y con la tremenda sed a eso de como las seis de la mañana, como a esa familia les gusta pasar las festividades en familia todavía estaban despiertos poniéndole entre pera y bigote, como es de costumbre me dieron una tremenda bienvenida, preguntándome por mi familia, y llenándome el vaso enseguida cada vez que se vaciaba.
Sin duda fue el amanecer esperado, baile otras cuecas ya que aun me quedaban catimbas para aquello. Desperté como a las dos de la tarde en el sillón del living de la casa de mis amigos, casi hermanos, el olor a empanada hacia que mis tripas sonaran como truenos, así que me levante, me cachampie y me fui para el patio de atrás de donde venia ese delicioso aroma, cuando llegue a la mesa que estaba preparada y ya con todos los integrantes de la familia ya acomodados y aperados con varias empanadas en sus platos realizaron un brindis en mi honor, yo como ya me siento parte de esta familia me senté al lado del dueño de casa mientras sale una tras otras las empanadas del horno de barro. Comíamos y tomábamos hasta que llegaron los invitados de piedras, don Enrique el esposo de la risueña señorita ya señora venia a imponer su honor y a demostrar su hombría, claro que no en buenas condiciones, mas bien apoyándose en la chaqueta que traía puesta, como yo no quería problemas trate de calmarlo diciéndole que todo lo que había pasado era producto de su imaginación, o una ilusión óptica que no tenia explicación lógica. Pero el no se calmaba, así que como no mejoraba la situación junto con mis amigos lo pescamos y lo tiramos a la calle, el tremendo toro se oponía al desalojo y se dio vuelta y me mando un mangazo que me dejo viendo estrellas y posteriormente me fui de espalda el loro tirando en el suelo a oscuras.
Al abrir los ojos o mejor dicho al recuperarme de el tremendo combo que me dio el viejo cornudo, tenia un bistec en el ojo y muchas risas a mi alrededor.
Esto me paso por hacerme pasar por aniñao y aguja, las quería hacer todas, pero sin embargo lo comido y lo bailado no me lo quita un mangazo “aguja seré pero pucha que la paso bien“.
Pagadito con un buen aguinaldo unos amigos que esperaban para compartir mi dicha, además solterito así que iba con ganas de compartir mi alegría y mi amor patriotero.
Lo primero que hice fue empinarme un jarro y medio de chicha con varias rodajas de naranja casi al seco para entrar de una en onda, mis amigos que ya llevaban un buen rato en ese lugar ya estaban tocados por la varita mágica del alcohol.
En busca de placeres la oí reír a carcajadas no muy disimuladas, mas bien escandalosas yo también risueño y con el alcotex ya sobrepasado en barios puntos la invite a bailar, ella sin chistar y sin oponerse en gran medida me tomo de la mano y salimos juntos a pista de baile, al principio todo se me daba vueltas pero en el baile lo disimule bastante bien, bueno ese creo, pero algo bueno que tuvo ese baile es que pude inventar varios pasos nuevos que antes no los podía hacer, esto me hizo llamar aun mas la atención de la dama y la cautive con mis pasos extraordinarios de baile en la cumbia del pobre caminante, además que con esos tragos de más que traía puestos nunca falta la picardía del chileno ya que sin querer queriendo me puse un poco aguja con ella, así que me dijo, “pá donde vay poh cabrito”. se saco la nado de donde nuca brilla el sol y no muy enojada se fue diciéndome al oído, “ espérame que voy al fondo a al derecha, después seguimos con el merequetengue, a mi que me rigieron tantas curvas y yo sin frenos así que mientras ella andaba en sus menesteres yo saque a bailar a una y a otro, en esos momentos era el amo y señor de la fonda, nadie me hacia el peso en las cuecas, guarachas, corridos, salsas y cumbias que salían claras y potentes desde los altavoces del local.
Se me fue la noche en bailoteos y uno que otro becito con la señorita que me sacaba a bailar cada vez mas seguido. Un grupo de los viejos choros de la asociación deportiva me invitaron a su mesa “cabeza de perro” me gritaron que es el apode que me decían por el peinado que traía que me tapaba las orejas igual que un de esos perros pitucos que me dijeron a mi, más que veloz llega a su lado, en donde me tenían un puesto apartado en honor al goleador del club, me instale y metale chupando tinto y del otro recordando mis grandes hazañas futbolísticas, mis goles jugando con el Juanero, mis aciertos extraordinarios que le hacia al mejor arquero de la población que jugaba en nuestro archí enemigo los Águilas, también les conté algunas de mis historias amorosas que aunque no son muchas, son entretenidas y tormentosas. Al son de las cuecas de los Parra me encache a bailar otra de las choras con la chiquilla que fuma harto, sonrisa amplia y que les gusta el leseo, en un dos por tres me vi detrás del baño tirando las manos mas rápido y diestro que Martín Vargas, ella no se quedaba atrás y me hacia collera en los manotazos haciéndola cortita, y sin mas que hablar ni tocar nos fuimos de la mano con la señorita al centro de la pista para seguir con la danza.
Mis amigos alegres y con una cara de cumpleaños que ya te las encargo me rigieron que la niña fumadora con la que baile era la señora de don Enrique Soto, el presidente del club deportivo al cual yo pertenecía, justamente el mismo que me invito muy fraternalmente a su mesa, a compartir sus vinos, pero como estaba con estaba profundamente dormido después de tomarse casi tres chuicas del tinto no se entero de nada, yo ni tonto de quedarme ahí después de tremendo desliz que me había mandado así me fui mas que expedito a la casa de mis ex compañeros de colegio, esos cobros que nunca lo dejan solo a uno, los amigos de verdad. Allá llegué con una cara de juguete que ni te cuento, y con la tremenda sed a eso de como las seis de la mañana, como a esa familia les gusta pasar las festividades en familia todavía estaban despiertos poniéndole entre pera y bigote, como es de costumbre me dieron una tremenda bienvenida, preguntándome por mi familia, y llenándome el vaso enseguida cada vez que se vaciaba.
Sin duda fue el amanecer esperado, baile otras cuecas ya que aun me quedaban catimbas para aquello. Desperté como a las dos de la tarde en el sillón del living de la casa de mis amigos, casi hermanos, el olor a empanada hacia que mis tripas sonaran como truenos, así que me levante, me cachampie y me fui para el patio de atrás de donde venia ese delicioso aroma, cuando llegue a la mesa que estaba preparada y ya con todos los integrantes de la familia ya acomodados y aperados con varias empanadas en sus platos realizaron un brindis en mi honor, yo como ya me siento parte de esta familia me senté al lado del dueño de casa mientras sale una tras otras las empanadas del horno de barro. Comíamos y tomábamos hasta que llegaron los invitados de piedras, don Enrique el esposo de la risueña señorita ya señora venia a imponer su honor y a demostrar su hombría, claro que no en buenas condiciones, mas bien apoyándose en la chaqueta que traía puesta, como yo no quería problemas trate de calmarlo diciéndole que todo lo que había pasado era producto de su imaginación, o una ilusión óptica que no tenia explicación lógica. Pero el no se calmaba, así que como no mejoraba la situación junto con mis amigos lo pescamos y lo tiramos a la calle, el tremendo toro se oponía al desalojo y se dio vuelta y me mando un mangazo que me dejo viendo estrellas y posteriormente me fui de espalda el loro tirando en el suelo a oscuras.
Al abrir los ojos o mejor dicho al recuperarme de el tremendo combo que me dio el viejo cornudo, tenia un bistec en el ojo y muchas risas a mi alrededor.
Esto me paso por hacerme pasar por aniñao y aguja, las quería hacer todas, pero sin embargo lo comido y lo bailado no me lo quita un mangazo “aguja seré pero pucha que la paso bien“.
DEDICADO AL CABEZA DE YEGUA.