martes, septiembre 06, 2005

LA GORDA FILOMENA


Mientras esperaba la micro, no podía quitarle mis ojos de encima a la señora que estaba a mi lado. Era una señora enorme, una señorota que multiplicaba por dos su humanidad debido a bolsas que traía a cuestas.
tenia los labios muy bien pintados de un color rojo italiano, sus cabellos rubios con raices negras por falta de tintura, sus mejillas rosaditas, aros de bolas blancas y un perfume a flores de velorio que se podía oler desde casi veinte metros a la redonda.
Yo veía que pasaban las micros una tras otra y ella no se subía a ninguna , supuse que podía estar esperando un taxi o que algún familiar la pasarían a buscar, así podría ir mas cómoda, pero no, cuando a lo lejos divise la micro ciento setenta y nueve que yo esperaba, vi que ella comenzaba a mirar su mano contando las monedas para pagar el pasaje, luego acomodaba sus bolsas, se seco un poco la transpiración y levanto el dedo índice haciendo frenar el microbús, deje que ella se encaramara primero, mientras subía su trasero enorme se balanceaba de un lado para otro como un par de pelotas de playa rebotando.
Subió un pie a la pisadera, y sin exageran, la micro se ladeaba a su favor, pero ella muy natural y sin darle importancia siguió, le pagó el valor del pasaje al chofer y comenzó a caminar por el pasillo, mientras caminaba golpeaba a las personas que iban sentadas al lado del pasillo con las bolsas del supermercado, los carterazos llovían sobre las cabezas de un asiento a otro mientras caminaba por el cada vez mas estrecho pasillo, varios comentarios comenzaros a afloran desde el momento en que ella había puesto sus regordetes pies sobre la vendita micro, siguió caminado sin darle importancia a los comentarios hasta que llegó al último asiento en donde deposito toda su colosal humanidad, luego de acomodar las bolsas y secarse un poco la transpiración con un pañuelito que saco de su manga al mas puro estilo de los magos de los casinos de las Vegas, tomó una botella de plástico con agua mineral de una de las tantas bolsas, toma algunos sorbos de la gasificada agua haciendo un ruido similar a un suspiro de hipopótamo o de oso polar con dolor de muelas y matizándolos con unos muy disimulados eructos. Respiro profundamente para poder recuperar toda aire que había perdido con el esfuerzo de subir tremendo titán a la micro.
Yo también comencé a caminar por el pasillo escuchando los cometarios que hacían de la señora mirando si había un asiento vacante para poder sentarme ,pero no había ni uno, bueno casi, solo quedaba uno disponible al lado de la señora gorda, al principio preferí ir de pie pero luego de varias cuadras bachenturientas y el cansancio del día me obligó a pedirle que me diera permiso para sentarme a su lado, como era de esperarse ella muy amablemente inmediatamente me dio permiso para pasar sacando algunas bolsas y acomodando su cartera bajo su brazo. Me senté a su lado en un cuarto de asiento o lo que quedaba de el, como pude pase y aprisionado contra el vidrio seguí mi viaje. Luego de eternas cuadras y de varios sorbos de agua mineral la señora comenzó a hablarme, “pucha que hace calor” yo le conteste que si con un movimiento de cabeza, sin decirle que ahí aprisionado contra ella y el vidrio era el doble. ella siguió hablando, me contó que esposo acababa de operarse de la próstata en el hospital San Juan de Dios gracias a una movida que le hizo el amigo de un amigo de su vecino que tiene una almacén al lado de la casa de su sobrina, me contó de sus hijos , que el mayor estaba en la universidad estudiando publicidad, que es muy malo para la pelota pero que le hacia empeño jugando por un club de barrio que se llamaba los Águilas , que el menor estaba haciendo el servicio militar en Huanachuco y que el domingo llegaba con permiso por que se había roto una costilla en uno de sus practicas de lucha cuerpo a cuerpo. Habló de sus nietas, la Carolita y la Francisca unas gemelas que estaban en el colegio y que asisten a clases de ballet los miércoles en la tarde una con un tutú Rosado y la otra con uno celeste para que la profesora no las confunda, me habló hasta de un bisnieto que se llamaba Martín que hace poco había entrado al colegio a primero básico en el mismo colegio que habían estudiado todos sus hijos.
yo luego de una hora de esos eternos y muy bien detallados relatos ya no los escuchaba no por mala educación si no por que el cerebro se bloquea al no poder procesar tanta información en tan poco tiempo solo veía que la señora movía la boca sin parar, su lengua se batía cada vez mas rápido, en mi cerebro sentía palpitaciones, quizás es por que no pudo retener tanta cantidad de nombres y situaciones que me contaba esa señora o por la falta de aire y la tremenda insolación que estaba sufriendo pegado a la ventana de la micro. Muchas veces miraba para afuera a ver si así la señora bajaba un poco las revoluciones de su lengua, pero no, seguía hablando y hablando, palabra tras palabra, hijos, nietos, amigos, esposo, bisnietos, cuñada, y casi mil personajes mas invadían mi mente mezclándose uno con otros. De repente comencé a caer en una oscuridad total la señora gorda se hacia cada vez mas grande y gorda, su voz tenia un efecto sonoro como resonancia sepulcral, las voces de las pasajeros aumentaban su volumen gradualmente, el vehículo se movía de un lado para el otro a alta velocidad, era muy raro por que la micro estaba detenida en un semáforo, mi cabeza comenzó a dar vueltas volando por el pasillo de la micro, chocando con los espejos y con los pasamanos, raro por que estaba muy bien pegada a mi cuello o eso creo, mis pies estaban cada vez más abajo casi no me veía los zapatos, raro por que nunca se despegaron de mi. Luego de todo eso que no duro más de diez segundos caí en una conciente inconciencia, no oía nada, era como estar muerto, pero con vida y claro, sin ver una luz blanca que te indique el camino o a San Pedro que te abra las puertas del cielo.
Desperté en la camilla en un pasillo de la posta central, estaba solo con una aguja en la vena de mi mano derecha por la cual caía gota tras gota un suero fisiológico, luego de orientarme y poder enfocar mi visión y de saber mas o menos en donde me encontraba le pregunte al médico que me había pasado, el me respondía que fue algo de la presión arterial o algo así, ya casi no me acuerdo, le pregunte quien me había llevado hasta ahí, y el me respondió que una señora llamaba Filomena, acaba de irse con un montón de bolsas. ¿La conoce? me pregunto el medico. ¡Si claro que la conozco! le respondí.
AGRADECIMIENTOS:
Muchas gracias BOTERO por el hermoso retrato realizado a Filomena.